lunes, 5 de mayo de 2014

Pensados en el otro

Cómo me verá? Por qué me dice hermosa? Y ahora?
Cómo me visto? Cómo me desvisto???
Me estremecen esos pensamientos.
El encuentro con un varón está repleto de símbolos, gestos y cuestiones de índole semióticas y semánticas.
Porque la mirada del otro se trata de nosotros...!
Todo lo que se pone en juego asusta.
Estoy gorda? Le disgustarán mis cicatrices? Menos mal que el cabello y mi piel son suaves, sino...
Al principio las relaciones amorosas nos impulsan y no nos importa nada.
Nos desvanecemos, nos fundimos, y nos dedicamos exclusivamente a complacer al objeto de nuestro deseo.
La pasión es un motor irrefrenable.
Y en el medio de esa marea, con los contornos esfumados, estamos completamente indefensos y doblegados por la maravilla que nos provoca el otro.
Sumisos, vamos de aquí para allá, fugados de la realidad, contando el paso de los segundos.
Porque cuando alguien nos importa, el tiempo se cuenta en la mínima fracción que conocemos y aprendemos cuan largos pueden ser los minutos.
Soñamos sin parar. nos preñamos de planes mientras trazamos pulcramente nuestra alegría a besos, sonrisas, caricias y algo más... como el sexo, ponele.
La vida es una. Y aunque el miedo está por ahí, en alguno de nuestros pliegues, no nos paraliza ni nos retrasa.
Piadosamente se escabulle para que el amor haga sus travesuras y luego nosotros le soltemos la mano para despedirlo sin pena.
Enamorarse es una insolencia exquisita cuando se es grande.
No sé cómo luzco, pero sé cómo me ven: BELLA.
Para una mujer que puede ser abuela, no está tan mal, verdad?




martes, 7 de enero de 2014

El desconcierto

Ya solté el rencor, me privé de hacer dedicatorias y serenamente empecé a aceptar que el otro simplemente no me quiere.
Atravesé un proceso difícil y oscuro tratando de entender cómo pasó, buscando explicaciones que me den consuelo y lo único que hallé, fue una pena infinita.
El duelo se trata de eso, de enfrentarse a la pérdida del ser amado y 
al hueco que nos deja su ausencia que suele quemarnos despiadada y brutalmente.
Es entonces cuando respirar nos ardía y seguir adelante se nos planteaba como todo un desafio.
Sin embargo, terminamos por acostumbrarnos.
Y luego de habernos desorientado porque las rutinas con el otro desaparecieron, acabamos por adaptarnos a la nueva realidad.
Y es en este presente, en el que nos encontramos solos y donde no nos atrevemos ni a soñar... todavía...
Hasta que tomamos una decisión, claro... 
Siempre sostuve que el silencio es un buen recurso mientras se tramita un duelo amoroso. 
Porque entonces, que el que amamos no esté, nos permite sentir algo similar a su desaparición física. El otro no está porque se murió. No hace nada porque está muerto. 
Y los muertos no hablan, no dedican cosas, ni se esmeran por estar presentes. 
No pueden darnos eso que nos conmovía, ni besos, ni sexo, ni palabras encendidas, ni siquiera tormento.  Ni replicar o enmendar. No pueden darnos nada. Nada de nada.
Todo se reduce a algunos recuerdos que perdieron vigencia.
Y acá entramos en la conversación de cómo nos habitan, porque el amor acontece a través de los actos.
Y nosotros estamos deshabitados, aguardando a que alguien nos germine y nos brote de alegría o por lo menos nos arranque un poco la tristeza y nos distraiga de la zozobra. 
Hay algo que reconozco que suele provocarme desconcierto: y son las apariciones fantasmales del objeto de nuestro deseo.
Una suerte de "estoy" tibio, deslucido, que puede sorprendernos a través de un llamado o un mail.
Es penoso ver a través de estas irrupciones, en qué ha quedado convertida una relación que creímos única.
Y lo peor es que no dan ganas ni de impugnar o decir: Che, no estás vivo, estás mal enterrado...!!!
No sé de dónde sacan los hombres que asomandose atenuadamente van a conmovernos... Ni siquiera se me ocurre cómo pueden creer que van a quedar como "amigos" luego de haber sido amantes.
Me parece insólito... Sin embargo tengo que reconocer que todavía quedan atrevidos de esa estirpe. Y lejos de enojarme, los perdono.
Porque al fin de cuentas, dá igual. Total, están muertos pero ellos todavía, no se han enterado.


domingo, 22 de septiembre de 2013

Culpables

Sus labios, mi boca.
Su torso, mis pechos.
Su lengua, mi sexo.
Su sexo, mi boca.
Su abrazo, mi espalda.
Sus muslos, mi lengua.
Su sexo, mis manos.
Sus besos, mis besos.
Su abrazo, mi cuerpo.
Su vida, mi sueño.
Sus ojos, mi dueño.

sábado, 21 de septiembre de 2013

La ruta del deseo

Estoy confundida...
No puedo terminar de descifrar qué tiene el hombre que amo para ofrecerme.
No me resulta tangible, ni me permite proyectar y eso me abruma y me desconcierta.
Los niños tienen fantasías y los adultos, sueños.
Pero a mi me pasa que estos días ando desorientada.
Estoy a distancia prudencial del objeto de mi deseo, que es un sujeto exquisito y único que me pone en un lugar del que  no puedo moverme.
Imaginan haberse sentido la mejor hembra de todas?
O un capullo frágil, protegido por un cuerpazo viril?
Es impactante. Movilizador.
No te deja margen para nada. 
Lo que me inquieta es todo el andamiaje que tiene la arquitectura de mi deseo.
Todo lo que él me resulta imprescindible, vital, irremplazable.
Sin embargo, cuando miro lo que pasó y al observar lo que acontece, reparo en que estoy paralizada.
Es la primera vez que entiendo que esta vez espero todo del varón que amo.
TODO.
No me cabe ninguna excusa. Ni me importa mucho nada.
Sólo quiero que las cosas sean como deben ser.
Que se comporte masculinamente, románticamente y que su conducta no deje ninguna duda.
Porque la verdad es que sueño con dormir abrazada a él para siempre...
Lo demás no resiste ningún análisis.
Me abruma el laberinto y una fibra de mi angustia me susurra que tal vez él va a venir a rescatarme...
Mientras tanto, serena, silenciosa, lo aguardo.



domingo, 15 de septiembre de 2013

Amor sin esperanzas.

Leo textos sobre el naufragio amoroso, la melancolía erótica o como le dicen los poetas: penas de amor, mal de amores o como lo denominan los médicos: estrés sentimental,  depresión psicogénica de la causa amorosa o enfermedad situacional de contenido amoroso. 
Es curioso como los libros te dan el diagnóstico pero no el tratamiento. Y me hace algo de gracia alguna sentencia. 
Incluso un autor invita a mirar una obra plástica y nos cuenta que por más que nos separemos eventual o permanentemente de un amante, estaremos ligados a él para siempre.
Su parecer me dejó muda. Porque la verdad es que a mi nunca me sucedió eso. Luego de tramitar el duelo por la pérdida, no me he quedado con ninguno de sus retazos. 
Con nada de nada. No los he deseado sensualmente, ni tuve memoria de los besos o conservé lugares como sagrados. Siempre creí en la vigencia de las cosas, así que tiré cartas, devolví fotos, ropas, y rara vez pensé en uno estando con otro.
Soy quirúrgica. Se terminó y punto. Si no hay más ilusión... A llorar por los rincones. Y luego de cierto tiempo, la ausencia diluye cualquier construcción en la que nos haya distraído el laberinto.
La presencia es vital para cualquier relación. Porque el amor se habita. Y cuando es crecido nos hace simplemente dichosos. Lo otro, lo vano, lo deslucido, lo agraviante, lo que nos hace sentir miserables, es otra cosa. Es una forma retorcida del vínculo con alguien. Es un auto chocado con una víctima fatal.. Es cruento y penoso. Nada que tenga que ver con dejarnos heridos, moribundos o desalentados tiene que ver con el amor. Es entonces cuando distinguimos que debemos echar todo lo que tenía que ver con "eso" a la basura. Y así es como perdemos pedazos de nosotros. Porque claro, quedamos hechos jirones. 
Miro el cuadro y sonrío... Veo dos siluetas que van por distintos puntos cardinales y la sombras juntas al principio del camino. No es así. La vida es puro presente. Pura ilusión. Puro deseo. Lo que pasó se resignifica en el ahora y tal vez nos pauta algún mañana. 
Para siempre? Es una palabra larga.. Como jamás o nunca. No son para mi. Se las dejo a ustedes y a cada hombre que haya pasado por mi vida, mi cuerpo o mi existencia. Hombres que ni recuerdo, ni anecdotizo. Hombres que simplemente ya no me importan y de los que no queda ni un registro acá (me toco la cabeza), acá (me toco el pecho) o acá (y señalo mis caderas).
Lo que no se nombra, desaparece. Y luego, limpios, vacíos, podemos permitirnos tener el corazón vacante por la restauración del duelo. 
El resto, es puro chamuyo. Si nos se honran los pactos, se cuida al que amamos y se permanece, dificilmente podamos alojar al amor...
¿No les parece?


jueves, 12 de septiembre de 2013

Vos sabés...

Entendés claramente de qué se trata esto.
Algunos ratos se presentan confusos y sin embargo, al mirarnos, todo se vuelve nítido.
Los dos tenemos miedo. Muchísimo miedo y por otra parte, es razonable porque tenemos un recorrido impregnado de tristezas.
Nos han dedicado pulcramente desdenes, hostilidades, burlas, ausencias, iras, mezquindades, conductas ruines y al final del recorrido nos quedamos más vacíos, más solos, inciertos, indefensos, estafados, rasgados por el desencanto y el desencuentro.
Sin embargo, los dos sabemos que hay algo que podría mitigar nuestra pena.
Y no nos atrevemos a tomarlo porque eso sencillamente involucraría al otro.
La apuesta es demasiado fuerte y no estamos preparados para ella.
Pero inexplicablemente nos asomamos a nuestros bordes...
Y estamos ahí, haciendo ofertas, guardando silencio, esperando suavemente consentirnos, acompañarnos, cuidarnos y compartirnos.
A mi me gustan las flores, los bombones y los besos.
Y tengo exactamente lo que vos querés y sé que te gusta.
Entonces, quedémonos cerca.
Así de cerquita (acá pensá que tengo el pulgar y el índice pegaditos) y hagamos lo que podamos, así los cucos se estremecen con nuestra ternura...





jueves, 5 de septiembre de 2013

Esa estrella era mi lujo

Siempre creí que la ausencia era donde había que hacer nido si atravesábamos un duelo amoroso y no es así.
Si por algún motivo, fortuito o no, tuvieramos que cruzarnos con quien fue nuestro objeto de deseo, nos daríamos cuenta inmediatamente de por qué  abandonamos una historia de amor.
Lo que uno construye cuando el otro no está, es siempre superlativo.
Si sale con alguien, ese alguien será mucho mejor que nosotros, más bello, más inteligente, más generoso, más simpático, más, más, más...
Si nosotros estamos con alguien, nunca será tan, tan, tan....
Sin embargo, pasado un tiempo, donde se alojó el silencio y nos estremeció la pena, cuando retomamos alguna conversación con nuestro ex, todo se esclarece.
Absolutamente todo.
Lo que nos hacía sentir miserables sigue ahí porque es lo que nos dedicaba el otro...!!!!
El desdén, la falta de respeto, la indelicadeza, la desconfianza, la mezquindad... Todo.
También está lo demás, claro. 
Pero se presenta como algo así:
-Cruzate este arrollito lleno de pirañas, que enfrente hay un tesoro.
Y la verdad, quién quiere llegar al otro lado lastimado, herido, desmembrado y sangrante?
Déjenme pobre.
Es de eso de lo que se trata este hoy.
De advertir que el primer paso es el silencio y el segundo es sostener la decisión que hemos tomado.
Porque el amor es otra cosa. El amor nos completa, nos hace crecer y sobre todo: NOS HACE FELICES.
Cualquier otra cosa que suceda, revisen...
Porque la vida es una y no vamos a andar desperdiciándola con cualquiera.
Nos vemos.

sábado, 31 de agosto de 2013

Ya no es mágico el mundo...

Así se tramita la pena del naufragio amoroso. Creyendo que la magia no existe y que todo se contamina con la pena infinita que provoca la ausencia del otro.
Sin embargo... que el objeto de nuestro deseo no esté, que no se lo nombre, que no tenga presencia de ninguna manera o mejor dicho, que "desaparezca", nos permite un duelo decoroso.
Si a esto le sumamos que se pudo despedir sobriamente, ni te cuento.
Es llamativo lo que la cabeza nos demanda para cerrar una historia.
Lo único que se necesita es la palabra justa, la acertada, la única: Adiós.
Cuando se la puede pronunciar o escuchar, sin ira, sin mucha emoción, entonces se sabe íntimamente que la relación ha terminado.
Diluir la angustia es una cuestión de tiempo, pero esta vez, será breve.
Porque uno no está detenido en el escándalo, el odio, el orgullo o el despecho.
No.
El "otro ya no está", no hay señales, no hay nada. No existe la ansiedad por saber, ni por decir ni por armar o desarmarlo... Es como si se hubiera muerto. El pensamiento es más o menos así. No esperamos nada.
Recuerdo que a mi lo que más me aterraba era el abandono. 
Pero una vez que lo mordés o que sos atravesado por tu peor pesadilla, ya está..!!!
Lo que urge entonces es respirar. Sentirse vivo, buscar placer como sea. 
Y en ese aspecto, convengamos que el recurso sobra.
Porque por dónde uno mire hay ofertas.
Y así, despacito, van pasando los días. Y cuando ya se dejan de contar los minutos y las horas para planear las semanas o los meses, entonces podemos decir que estamos bien.
Comprobamos sin melancolía,  que no morimos de amor ni vivimos por él. Que nos mueve el deseo, la búsqueda de la alegría y la posibilidad de ser felices. Y que después de todo... la vida así como nos toca, no está tan mal.
De la oscuridad a la luz, del sueño a la realidad, del deseo al acto. Así crecemos, así vivimos y seguramente, así abandonemos todo... incluso a nuestros amorcitos.




domingo, 25 de agosto de 2013

Souvenirs

Amores que no fueron o simplemente souvenirs.
En eso queda convertido el amor luego de habernos derribado.
En un objeto desdeñable. Algo que el tiempo se ocupa de cubrir de polvo y condenar al olvido.
Es brutal el modo en que, lo que nos resultaba indispensable, se transforma en algo insignificante. Es extraño como aquello que nos laceraba al asomarnos, ya no nos importa. 
El amor ni siquiera nos mata. Nos acelera el pulso y nos confunde. Nos lleva a emociones que no queremos abandonar jamás. Y sin embargo, un día, decidimos ceder y miramos un poco más allá de su centro y sencillamente lo dejamos.
Observo con cierta tristeza no padecer ya los reveses de una relación amorosa. Incluso con algo de melancolía. Ya no lloro sin motivo, no espero dedicatorias y mirar alguna foto me da igual.
Creí que moriría. Creí que no podría.
También creí que en el paraíso de su cuerpo y en todas sus palabras. (Siempre fui bastante tonta)
Ahora creo en mi y en las cosas que habito.
No me duele el amor, ni alojo el rencor.
Miro este día, esta noche, miro a quien está a mi lado...
Y secretamente celebro haberme soltado.

miércoles, 3 de julio de 2013

La vida va...

Lentamente van pasando los días...
y la pena se atenúa mientras el rencor pierde la espuma.
Los hábitos que antes nos fastidiaban son una bendición.
Porque si los fines de semana eran interminables, ahora se parecen al resto de los días y ya no duele.
El tiempo y la ausencia lejos de ser un castigo son una cura irrefutable.
Simplemente porque uno se acomoda a las instancias que vive.
Y si alguien nos habita, lo disfrutamos, lo esperamos, incluso lo padecemos. Pero si no está, no está y nada más. No hay nada del orden de lo concreto para aferrarse. Es todo cabeza. Monólogos estériles en las brechas insalvables que se nos abrieron con el otro.
Llama la atención como el sufrimiento es un maestro irreductible.
Gracias a él, uno aprende a no abrir ciertas puertas y a cerrar todas las "ventanas.
Tengo que confesar es que es la primera vez en la que los anzuelos, las trampas, las celadas ya no me emboscan.
Recuerdo cuando cualquier treta amorosa me doblegaba.
Una palabra, un gesto.
Hoy nada alcanza. No creo más que en mi. Y apenas quiero alguna que otra cosa.
Sólo olvidar y dedicarme a disfrutar por dónde quiera que la alegría se presente sin tanta conversación, ni prolegómeno.
Las cosas pequeñas que nos hacen grandes.
Que nos hacen éstos que somos. Menos enteros, más buenos pero sobre todo: ciertos.

jueves, 20 de junio de 2013

Duelando...

Los primeros días son los peores.
Son los más difíciles de tramitar.
Se perdieron las rutinas, se extraña todo lo que teníamos con el otro y fundamentalmente, estamos tan heridos que ni se nos ocurre dedicarle nada.
Nada de nada. Ni bueno ni malo.
La pena lo contamina todo. 
Entonces lo que tocás, lo que mirás, los planes que trazás te parecen desteñidos, opacos, poco graciosos, vanos. Ya pasó hace rato el: " le voy a hacer esto para que le pase aquello"
Lo único que te ayuda es la ausencia.
El silencio.
Eso que en algún momento te derribaba, hoy es lo único que te sostiene para seguir adelante.
Toda la vida creí que no podría sobreponerme a la indiferencia y sin embargo cuando reviso lo que el otro me dedicó, caigo en la cuenta de lo necesario que es atravesar esto sin escándalos ni intercambios de ninguna índole. Porque ese es el secreto. Dejar de hablarse. Ir acostumbrándose a que no está más. Hacer cotidiana la soledad. Y aquí entra en juego la vanidad. Porque el otro calla para lastimarnos mientras nosotros vamos entendiendo que lo que sigue es quedarse solo.
Convengamos que haber perdido algunos recursos de conexión contribuyen a que las relaciones a distancia se diluyan sin mayores estridencias. Aunque a la hora de la verdad, con tanta tecnología que hay en danza esto es intrascendente. Internet, teléfonía, telefonía con internet... si uno quiere...
Pero acá dos no quieren. Y ya no importa quién empezó. Si yo lo lastimé o si él quiere su tiempo libre para estar solo.
Lo que queda en la escena es la silueta de dos amantes que han perdido la vocación de estar juntos.
Con mayor o menor grado de desconsuelo, no hay nada para decir y mucho menos para hacer.
Es la primera vez en mi vida que me siento de esta manera.
Estoy retirada. Pagando el precio que corresponde por haber tomado una decisión dolorosa.
Ya no se trata solamente de que el otro no me involucre en su vida.
Yo no estoy golpeando su puerta. No estoy demandando, ni reclamando.
Estoy en silencio y padeciendo. Pero creyendo que esta vez es la última.
Y esto lo sé porque no lo busco ni lo espero, ni creo que pueda (o tenga ganas) de hacer algo porque ya no confío. 
Es curioso como cambian las cosas.
Luego de un error grave que cometí, el otro no creía en mi.
Ahora es exactamente al revés.
No puedo conectar sino con las últimas decisiones que tomó donde me deja del lado de afuera de la puerta.
Y quiero hacerme amiga del frío. Del afuera. De lo demás.
Porque circunscribir toda mi vida a su geografía no sirvió para nada.
Porque las promesas no se cumplieron y soy demasiado frágil para soportar las decepciones.
Porque estoy viva y estoy obligada creer que la vida me depara algo mejor. No tengo ganas de seguir asomándome a esto. Me voy.
Buen finde largo para todos y para mi.







martes, 18 de junio de 2013

El precio que se paga



Por separarse, por dejar al otro, por desvincularse, es alto.
Altísimo.
Siempre miré películas donde las parejas estaban con alguien que los hacía desdichado y entonces conocían a una persona, se enamoraban, dejaban a su cónyuge o lo que fuera, luego vivían felices, comían perdices y colorín colorado, este cuento ha terminado.
Pero la vida real es otra cosa. ¿O será la vejez?
No lo sé.
Yo estoy grande.
Miro mi cuerpo, mi rostro, lo que pasé, lo que sucedió y tengo plena conciencia de lo que nunca pasará. Pero sobre todo caí en la cuenta de lo que se tratan los naufragios amorosos.
Y son lo más parecido a un tsunami que le puede pasar a alguien.
Quedás devastado. Vacío. Oscuro. Triste. 
Pero lo más grave de todo es la sensación de muerte que se tramita. La ausencia de futuro, la nada...
Entonces los coqueteos, las invitaciones, las propuestas se perciben como un atrevimiento inaudito...!!! Y acá volvemos con el asunto de las películas, porque todo eso que nos mostraron es una soberana porquería.
Uno se encuentra todo roto. Desganado. Ajado. Perdido.
Sin embargo está vivo.
Y eso es todo lo que se necesita.
Vivir.
Dejar correr el tiempo.
Porque entonces, magicamente, todo se limpia, todo se olvida y aquello que nos atravesó como una daga, esas heridas, se curan, duelen menos hasta que un día cualquiera, uno como este, brindamos por alguna cosita nimia y es en ese momento en que sabemos secretamente que los amores también pasan y aunque se llevan un pedazo de nosotros, nos deja un montón más para gozar la vida como sea.
De las relaciones se sale, saliendo...
Brindo por mi y por cada uno de ustedes que ha mordido del fruto del desengaño y que sin embargo cree que las brevas nos aguardan.


domingo, 16 de junio de 2013

Un dia a la vez



Como si fuera una adicción trato de soltar una historia de amor.
Cansada de algunas dedicatorias me guardé a silencio.
No sé de dónde sacan los hombres que las mujeres podemos aguantar cualquier cosa...
Entonces ahora, parada sobre mis pies, estoy decidida a no tolerar los destratos de nadie más.
Hay tanto material para tramitar la pena del naufragio amoroso.
Y supongo que esto tiene que ver con la clase de relación que se ha vivido.
En mi caso, podríamos decir que soy una persona intensa. Preñada de profundidad y de energía.
Cuando me entrego, hago más de lo que debiera por el otro, por eso al discutir siempre tengo la sensación de haber sido estafada.
Vaya a saber lo que piensa el otro, no? Pero, a quién le importa?
El cuero que se va desgarrando es curiosamente el mío y en ese contexto, el resto empieza a importar bastante poco.
Es entonces cuando en la mitad del miedo infinito que significa la pérdida del ser amado, uno puede distinguir que las historia de amor se tejen de a dos y que sin madeja, no hay trama posible.


Naufragios amorosos



De dónde sacan los hombres que las mujeres queremos dedicarles malos tratos cuando guardamos silencio?
Quién les dijo que no hablar es sinónimo de alguna suerte de mensaje místico y cifrado?
Por qué esperan que conversemos luego de que sus conductas nos dejan mudas?
Es curiosa la lectura que tienen.
A mi me sucede algo raro ultimamente.
Tengo la barra de rencor repleta. Pero en cuanto empiezo a raspar un poco en ese sentimiento tan desalentador, reparo en que debajo de esa mascarada de resentimiento, hay otra cosa sólida y profunda que tiene que ver con la reflexión y el deseo de no tolerar ni permitir lo intolerable.
No puedo creer cómo pasé la mayor parte de mi tiempo tratando de  complacer y de consentir los deseos del otro.
No puedo entender por qué me presté a eso y no recibí mucho a cambio.
No sé cómo fue posible que permitiera que me destrataran y me dedicaran poquerías.
No me cabe en la cabeza...
Apenas me lo perdono.
Y por supuesto, no puedo, aunque hago el esfuerzo, perdonárselo al otro.
Y es así, como finalmente me retiro.
Pero no sin pagar el precio de la pena infinita...