jueves, 12 de septiembre de 2013

Vos sabés...

Entendés claramente de qué se trata esto.
Algunos ratos se presentan confusos y sin embargo, al mirarnos, todo se vuelve nítido.
Los dos tenemos miedo. Muchísimo miedo y por otra parte, es razonable porque tenemos un recorrido impregnado de tristezas.
Nos han dedicado pulcramente desdenes, hostilidades, burlas, ausencias, iras, mezquindades, conductas ruines y al final del recorrido nos quedamos más vacíos, más solos, inciertos, indefensos, estafados, rasgados por el desencanto y el desencuentro.
Sin embargo, los dos sabemos que hay algo que podría mitigar nuestra pena.
Y no nos atrevemos a tomarlo porque eso sencillamente involucraría al otro.
La apuesta es demasiado fuerte y no estamos preparados para ella.
Pero inexplicablemente nos asomamos a nuestros bordes...
Y estamos ahí, haciendo ofertas, guardando silencio, esperando suavemente consentirnos, acompañarnos, cuidarnos y compartirnos.
A mi me gustan las flores, los bombones y los besos.
Y tengo exactamente lo que vos querés y sé que te gusta.
Entonces, quedémonos cerca.
Así de cerquita (acá pensá que tengo el pulgar y el índice pegaditos) y hagamos lo que podamos, así los cucos se estremecen con nuestra ternura...





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