martes, 7 de enero de 2014

El desconcierto

Ya solté el rencor, me privé de hacer dedicatorias y serenamente empecé a aceptar que el otro simplemente no me quiere.
Atravesé un proceso difícil y oscuro tratando de entender cómo pasó, buscando explicaciones que me den consuelo y lo único que hallé, fue una pena infinita.
El duelo se trata de eso, de enfrentarse a la pérdida del ser amado y 
al hueco que nos deja su ausencia que suele quemarnos despiadada y brutalmente.
Es entonces cuando respirar nos ardía y seguir adelante se nos planteaba como todo un desafio.
Sin embargo, terminamos por acostumbrarnos.
Y luego de habernos desorientado porque las rutinas con el otro desaparecieron, acabamos por adaptarnos a la nueva realidad.
Y es en este presente, en el que nos encontramos solos y donde no nos atrevemos ni a soñar... todavía...
Hasta que tomamos una decisión, claro... 
Siempre sostuve que el silencio es un buen recurso mientras se tramita un duelo amoroso. 
Porque entonces, que el que amamos no esté, nos permite sentir algo similar a su desaparición física. El otro no está porque se murió. No hace nada porque está muerto. 
Y los muertos no hablan, no dedican cosas, ni se esmeran por estar presentes. 
No pueden darnos eso que nos conmovía, ni besos, ni sexo, ni palabras encendidas, ni siquiera tormento.  Ni replicar o enmendar. No pueden darnos nada. Nada de nada.
Todo se reduce a algunos recuerdos que perdieron vigencia.
Y acá entramos en la conversación de cómo nos habitan, porque el amor acontece a través de los actos.
Y nosotros estamos deshabitados, aguardando a que alguien nos germine y nos brote de alegría o por lo menos nos arranque un poco la tristeza y nos distraiga de la zozobra. 
Hay algo que reconozco que suele provocarme desconcierto: y son las apariciones fantasmales del objeto de nuestro deseo.
Una suerte de "estoy" tibio, deslucido, que puede sorprendernos a través de un llamado o un mail.
Es penoso ver a través de estas irrupciones, en qué ha quedado convertida una relación que creímos única.
Y lo peor es que no dan ganas ni de impugnar o decir: Che, no estás vivo, estás mal enterrado...!!!
No sé de dónde sacan los hombres que asomandose atenuadamente van a conmovernos... Ni siquiera se me ocurre cómo pueden creer que van a quedar como "amigos" luego de haber sido amantes.
Me parece insólito... Sin embargo tengo que reconocer que todavía quedan atrevidos de esa estirpe. Y lejos de enojarme, los perdono.
Porque al fin de cuentas, dá igual. Total, están muertos pero ellos todavía, no se han enterado.