sábado, 31 de agosto de 2013

Ya no es mágico el mundo...

Así se tramita la pena del naufragio amoroso. Creyendo que la magia no existe y que todo se contamina con la pena infinita que provoca la ausencia del otro.
Sin embargo... que el objeto de nuestro deseo no esté, que no se lo nombre, que no tenga presencia de ninguna manera o mejor dicho, que "desaparezca", nos permite un duelo decoroso.
Si a esto le sumamos que se pudo despedir sobriamente, ni te cuento.
Es llamativo lo que la cabeza nos demanda para cerrar una historia.
Lo único que se necesita es la palabra justa, la acertada, la única: Adiós.
Cuando se la puede pronunciar o escuchar, sin ira, sin mucha emoción, entonces se sabe íntimamente que la relación ha terminado.
Diluir la angustia es una cuestión de tiempo, pero esta vez, será breve.
Porque uno no está detenido en el escándalo, el odio, el orgullo o el despecho.
No.
El "otro ya no está", no hay señales, no hay nada. No existe la ansiedad por saber, ni por decir ni por armar o desarmarlo... Es como si se hubiera muerto. El pensamiento es más o menos así. No esperamos nada.
Recuerdo que a mi lo que más me aterraba era el abandono. 
Pero una vez que lo mordés o que sos atravesado por tu peor pesadilla, ya está..!!!
Lo que urge entonces es respirar. Sentirse vivo, buscar placer como sea. 
Y en ese aspecto, convengamos que el recurso sobra.
Porque por dónde uno mire hay ofertas.
Y así, despacito, van pasando los días. Y cuando ya se dejan de contar los minutos y las horas para planear las semanas o los meses, entonces podemos decir que estamos bien.
Comprobamos sin melancolía,  que no morimos de amor ni vivimos por él. Que nos mueve el deseo, la búsqueda de la alegría y la posibilidad de ser felices. Y que después de todo... la vida así como nos toca, no está tan mal.
De la oscuridad a la luz, del sueño a la realidad, del deseo al acto. Así crecemos, así vivimos y seguramente, así abandonemos todo... incluso a nuestros amorcitos.




domingo, 25 de agosto de 2013

Souvenirs

Amores que no fueron o simplemente souvenirs.
En eso queda convertido el amor luego de habernos derribado.
En un objeto desdeñable. Algo que el tiempo se ocupa de cubrir de polvo y condenar al olvido.
Es brutal el modo en que, lo que nos resultaba indispensable, se transforma en algo insignificante. Es extraño como aquello que nos laceraba al asomarnos, ya no nos importa. 
El amor ni siquiera nos mata. Nos acelera el pulso y nos confunde. Nos lleva a emociones que no queremos abandonar jamás. Y sin embargo, un día, decidimos ceder y miramos un poco más allá de su centro y sencillamente lo dejamos.
Observo con cierta tristeza no padecer ya los reveses de una relación amorosa. Incluso con algo de melancolía. Ya no lloro sin motivo, no espero dedicatorias y mirar alguna foto me da igual.
Creí que moriría. Creí que no podría.
También creí que en el paraíso de su cuerpo y en todas sus palabras. (Siempre fui bastante tonta)
Ahora creo en mi y en las cosas que habito.
No me duele el amor, ni alojo el rencor.
Miro este día, esta noche, miro a quien está a mi lado...
Y secretamente celebro haberme soltado.