sábado, 21 de septiembre de 2013

La ruta del deseo

Estoy confundida...
No puedo terminar de descifrar qué tiene el hombre que amo para ofrecerme.
No me resulta tangible, ni me permite proyectar y eso me abruma y me desconcierta.
Los niños tienen fantasías y los adultos, sueños.
Pero a mi me pasa que estos días ando desorientada.
Estoy a distancia prudencial del objeto de mi deseo, que es un sujeto exquisito y único que me pone en un lugar del que  no puedo moverme.
Imaginan haberse sentido la mejor hembra de todas?
O un capullo frágil, protegido por un cuerpazo viril?
Es impactante. Movilizador.
No te deja margen para nada. 
Lo que me inquieta es todo el andamiaje que tiene la arquitectura de mi deseo.
Todo lo que él me resulta imprescindible, vital, irremplazable.
Sin embargo, cuando miro lo que pasó y al observar lo que acontece, reparo en que estoy paralizada.
Es la primera vez que entiendo que esta vez espero todo del varón que amo.
TODO.
No me cabe ninguna excusa. Ni me importa mucho nada.
Sólo quiero que las cosas sean como deben ser.
Que se comporte masculinamente, románticamente y que su conducta no deje ninguna duda.
Porque la verdad es que sueño con dormir abrazada a él para siempre...
Lo demás no resiste ningún análisis.
Me abruma el laberinto y una fibra de mi angustia me susurra que tal vez él va a venir a rescatarme...
Mientras tanto, serena, silenciosa, lo aguardo.



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