domingo, 15 de septiembre de 2013

Amor sin esperanzas.

Leo textos sobre el naufragio amoroso, la melancolía erótica o como le dicen los poetas: penas de amor, mal de amores o como lo denominan los médicos: estrés sentimental,  depresión psicogénica de la causa amorosa o enfermedad situacional de contenido amoroso. 
Es curioso como los libros te dan el diagnóstico pero no el tratamiento. Y me hace algo de gracia alguna sentencia. 
Incluso un autor invita a mirar una obra plástica y nos cuenta que por más que nos separemos eventual o permanentemente de un amante, estaremos ligados a él para siempre.
Su parecer me dejó muda. Porque la verdad es que a mi nunca me sucedió eso. Luego de tramitar el duelo por la pérdida, no me he quedado con ninguno de sus retazos. 
Con nada de nada. No los he deseado sensualmente, ni tuve memoria de los besos o conservé lugares como sagrados. Siempre creí en la vigencia de las cosas, así que tiré cartas, devolví fotos, ropas, y rara vez pensé en uno estando con otro.
Soy quirúrgica. Se terminó y punto. Si no hay más ilusión... A llorar por los rincones. Y luego de cierto tiempo, la ausencia diluye cualquier construcción en la que nos haya distraído el laberinto.
La presencia es vital para cualquier relación. Porque el amor se habita. Y cuando es crecido nos hace simplemente dichosos. Lo otro, lo vano, lo deslucido, lo agraviante, lo que nos hace sentir miserables, es otra cosa. Es una forma retorcida del vínculo con alguien. Es un auto chocado con una víctima fatal.. Es cruento y penoso. Nada que tenga que ver con dejarnos heridos, moribundos o desalentados tiene que ver con el amor. Es entonces cuando distinguimos que debemos echar todo lo que tenía que ver con "eso" a la basura. Y así es como perdemos pedazos de nosotros. Porque claro, quedamos hechos jirones. 
Miro el cuadro y sonrío... Veo dos siluetas que van por distintos puntos cardinales y la sombras juntas al principio del camino. No es así. La vida es puro presente. Pura ilusión. Puro deseo. Lo que pasó se resignifica en el ahora y tal vez nos pauta algún mañana. 
Para siempre? Es una palabra larga.. Como jamás o nunca. No son para mi. Se las dejo a ustedes y a cada hombre que haya pasado por mi vida, mi cuerpo o mi existencia. Hombres que ni recuerdo, ni anecdotizo. Hombres que simplemente ya no me importan y de los que no queda ni un registro acá (me toco la cabeza), acá (me toco el pecho) o acá (y señalo mis caderas).
Lo que no se nombra, desaparece. Y luego, limpios, vacíos, podemos permitirnos tener el corazón vacante por la restauración del duelo. 
El resto, es puro chamuyo. Si nos se honran los pactos, se cuida al que amamos y se permanece, dificilmente podamos alojar al amor...
¿No les parece?


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